“Estamos entrando en una nueva era de la exploración cósmica”, afirman la astrofísica Manda Banerji y el astrónomo Phil Wiseman de la Universidad de Southampton, Gran Bretaña, a propósito de la publicación de las primeras imágenes tomadas en el Observatorio Vera C. Rubin.
El telescopio del Observatorio Rubin tiene un enorme espejo de 8.4 metros, pero no es el único que existe con ese tamaño; tiene, sin embargo, tres diferencias fundamentales con los telescopios previos: la cámara, el soporte y los filtros. Además, el Observatorio tendrá un procesamiento de datos para afrontar el que puede ser el más descomunal reto de la historia de la astronomía.
La parte óptica
Lo primero que hace único al Vera Rubin es que tiene una cámara digital de 3200 megapíxeles, elaborada en el Laboratorio Nacional de Aceleradores SLAC del Departamento de Energía de Estados Unidos, que es la más grande jamás construida, por lo que sus fotos son también las más grandes que se hayan hecho en una sola toma hasta ahora.
Sus imágenes son tan grandes que se necesitaría una pared con 378 pantallas de televisión 4K de ultra alta definición para mostrar una de ellas en tamaño completo, y su resolución es tan alta que se puede distinguir una pelota de golf a unos 24 kilómetros de distancia (que es más o menos la que existe entre el Auditorio Nacional y el Estadio Azteca en la ciudad de México).
El plano focal de la cámara es lo suficientemente grande como para capturar una porción del cielo del tamaño aproximado de 40 lunas llenas y tiene una sensibilidad que permite detectar objetos 100 millones de veces más tenues que los visibles a simple vista, esta sensibilidad le permitiría ver una vela a miles de kilómetros de distancia.
Con un peso de más de 3000 kilogramos, la mera instalación de la cámara requirió de años de planificación meticulosa y rigurosas pruebas, señaló en un comunicado Kevin Reil, científico de integración de sistemas del observatorio.
“Cada paso se organizó cuidadosamente para asegurar que la cámara se posicionara con absoluta precisión”, señaló.
El telescopio del Observatorio Vera Rubin tiene un diseño revolucionario que lo hace considerablemente más corto que otros telescopios de ocho metros; así, su centro de gravedad mucho más bajo le permite moverse con rapidez y precisión de una zona del cielo a otra.
Esta facilidad de movimiento es esencial para capturar eventos fugaces y transitorios, como explosiones de rayos gamma y destellos brillantes de supernovas.
Además, la cámara tiene acoplados seis filtros que permiten el paso de luz sólo en ciertos rangos de longitudes de onda, que abarcan desde el ultravioleta de ondas más cortas, pasando por el espectro visible, hasta la luz infrarroja cercana, más larga.
La combinación de la información de estos diferentes filtros, que además pueden cambiar a gran velocidad, permite realizar mediciones detalladas de las propiedades de las estrellas y el gas, como su temperatura y tamaño. Esta capacidad “es lo que lo hace tan único y fascinante”, escribieron Banerji y Wiseman en el sitio The Conversation.
El proyecto más ambicioso
Con esas características, el nuevo Observatorio puede revelar las estructuras más finas y tenues, y lo hará como parte del ambicioso Estudio Legado del Espacio y el Tiempo (LSST por su sigla en inglés), que durará una década a partir de esta semana, durante la cual recopilará y procesará más de 20 terabytes de datos cada noche.
"Es un volumen enorme: la mayoría de los astrónomos podrían manejar 20 terabytes de datos a lo largo de un año, en lugar de en una noche", indicó Simon O'Toole, director de investigación de datos y software de Óptica Astronómica Australiana de la Universidad Macquarie.
Se espera que se junten alrededor 10 petabytes de datos cada año durante 10 años (es decir, en total, un número con 17 dígitos), para compilar imágenes compuestas detalladas del cielo austral en las que estarán aproximadamente 30 mil millones de estrellas, galaxias, cúmulos estelares y asteroides.
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